Como el yoga me salvó de mi enfermedad y puede hacer lo mismo contigo.

Recuerdo el día que me detectaron la enfermedad de (EII), no sabía que era y me daba bastante miedo, yo nunca había estado en un hospital pero lo peor aún estaba por llegar. Aun no era consciente de lo que era esa enfermedad y que podía ocasionar.

Hola, me llamo Desirée y esta es mi historia de cómo el yoga salvó mi vida.

A mí siempre me han vendido que para ser feliz hay que estudiar, sacarse una buena carrera que posiblemente no te guste, conseguir un buen trabajo, casarse, tener hijos… 

Me vendieron el cuento de hadas, me vendieron que tenía que hacer eso para ser feliz.

Con 19 años me metí a trabajar en una empresa. Estaba en un trabajo que me gustaba pero me generaba tanto estrés que no podía disfrutarlo.

Estaba super motivada y llena de ilusión. 

Pero esos años empezaron a decaer. Empecé a sentirme extremadamente cansada física y mentalmente. Empecé a enfermar.

Empecé a sentir “que me vaciaba por momentos”.

Trabajaba miles de horas. Muchos fines de semana sin desconectar y seguía formándome, haciendo cursos, planificando actividades…

Indice

Lo que era mi pasión, empezó a convertirse en casi una tortura.

Me enfadaba por nada, ya no era alegre y divertida, hacia mi jornada y ya está. Sin pasión, sin ilusión. Estaba apagada.

¿Si me gusta tanto mi trabajo, por qué se me está haciendo tan cuesta arriba?

¡No entendía nada!

Y en eso consistía mi vida…

Tenía mi casa, tenía mi trabajo, tenía mi coche, ¿y la felicidad?  

Yo a esa edad era y digo era porque siempre decía ya lo haré, tengo toda la vida por delante, ¿que me va a pasar a mí con 22 años? si estoy súper sana.

¿Acaso sabes cuál es tu fecha de caducidad?

La importancia de escuchar las señales de tu cuerpo

Empecé a enfermar.

Era mi voz interior que me gritaba, ese no era el camino.

Todavía no sabía que eso eran señales “de que algo no iba bien”.

La enfermedad era la señal del Universo de que algo no iba bien

Mi mente, mi cuerpo y mi alma no estaban alineados. Y eso, a la larga, se paga. Todos, tarde o temprano, acabamos pagando por ello.

Así que mi cuerpo empezó a expresarse con fuertes dolores de estómago, pérdida de peso, cansancio, cambios de humor… pero yo no pillé aquellas señales.

Los síntomas fueron a más. Entonces empecé a tener más dolores y mucho cansancio. Empecé a notar que algo estaba pasando, pero yo todavía no podía comprender el por qué.

Yo seguía con el chip de “ser feliz”. Y como yo seguía sin escuchar, pasó lo inevitable: acabar en un quirófano peleándome entre la vida y la muerte.

Aquél fue el momento en el que morí para volver a nacer.

Cuando volví a nacer

Cuando despiertas en ese momento eres plenamente consciente de que aun masticas regalos de vida y te das cuenta que pase lo que pase, por muy dura que resulte… merece la pena… y cuando lo sabes… tú quieres vivir.

 Ahí, en esos tiempos dónde la enfermedad no existía, y yo corría, y viajaba, abrazaba a mis padres, esos tiempos, esos, no los viví nunca antes, y no los vive nadie. Porque nos creemos que vamos a estar aquí siempre, que somos eternos, y que hay tiempo de quejarse de gilipolleces en lugar de correr, de besar, reír o de amar.

Cuando yo estaba en ese quirófano no tuve miedo. Morir no da miedo ¿sabéis realmente lo que da miedo? Cuando yo estaba en esa cama, no sabía si iba a salir de ahí viva. Y no tuve miedo. ¿Sabéis lo que se me pasó por la cabeza? Las cosas que no iba a poder hacer, arrepentimiento.

Me arrepentía de las veces que había discutido con mis padres por tonterías, las cosas que no había hecho porque pensaba que tenía todo el tiempo del mundo, las veces que no viví la vida, las veces que no dije te quiero, por ego, por puro ego.

No decimos te quiero nunca, hay que decir te quiero todos los días.

El proceso…

No todo fue un camino de rosas.

Durante esa etapa de profunda depresión estuve 1 año de baja en camaCuestionándomelo todo, y cuando digo todo es todo.

Me despertaba llorando y me dormía llorando.

Formulaba una pregunta todo el tiempo: ¿Quién soy yo?

Me pasé aquel tiempo con esa pregunta retumbándome en la cabeza.

Perdiéndome en la montaña horas y horas.

Caminando por la orilla de la playa.

Mojando mis pies en el río.

Escapándome a mil rincones buscando algo.

Llorando como una magdalena yo sola horas y horas.

Rehuyendo a la civilización.

No quería ruidos. No quería ajetreos. No quería aglomeraciones. No quería conversaciones banales. No quería fiestas.

Solo buscaba eso que necesitaba y no sabía que era.

¡Las respuestas las tiene tu alma!

 La verdad es que tenía que salir adelante y sin darme cuenta entré a trabajar en una fábrica, 40h a la semana, 40h mirando la misma máquina y sobrevivir con 800€ al mes. Porque era lo único que se me ofrecía por tener una minusvalía causada por una enfermedad.

Era sin duda “el trabajo ideal después de una depresión”.

¿Sabéis cual fue el resultado?

Otra depresión. Pero esta vez fue una depresión a mejor.

Mi mente ya era más fuerte. Aprendió, aprendí, que no quería volver a esa cama y a volver a enfermar porque ese proceso ya lo había vivido.

Me armé de valor y después de aguantar 2 años en ese horrible lugar me fui. ¡Dimito! No os podéis imaginar que gusto y que miedo a la vez, da pronunciar esas palabras. Lo único que sé es que al día siguiente era otra persona.   

Tan sólo tomar la decisión mi estado mejoró radicalmente. Ahora entiendo mucho mejor porqué tomar decisiones es tan importante.

Tan solo tomar esa decisión sané, recuperé la ilusión, recuperé la energía. Dejé de sentirme cansada. Dejé de vivir apática.

Necesitaba hacer un cambio de vida.

Sólo volver a encontrar el sentido a mi vida.

Nutrir tu mente es esencial

Empieza a leer.

Encuentra gente que te inspire. Haz que leer sea un hábito.

Mira videos que te motiven de gente que han logrado salir de situaciones difíciles. Quizás no tenga que ver con lo tuyo pero el mensaje es el mismo para todos.

Rompiendo barreras

Tal como comprenderéis estaba en un momento de “breakthrough” (rompimiento de patrones) en mi vida. Un momento decisivo donde empezaron a romperse todos mis esquemas,  conceptos, creencias e ideas previas formadas en mi mente.

¡Viaja!

Si hay algo que te da sabiduría, experiencia y te abre la mente es viajar.

Conoce otros países, sumérgete en sus culturas, conoce a nuevas personas, sus vidas, sus creencias. ¡Y sobre todo! No juzgues.  

¡Soy una viajera empedernida!

Si soñaba con algo era con verme libre, con viajar. Y eso hice. 

Y así es como encontré el yoga. O como yo digo: el yoga me encontró a mí.

Si no hubiera cambiado mis creencias ni el “chip”, dudo que yo me hubiera metido en el mundo del yoga. Pero sin darme cuenta descubrí que ya lo estaba haciendo y no era consciente. Porque yoga no es solo hacer “posturitas en una estirilla” es mucho más.

Yoga

Camino para disminuir el estrés y fomentar el encuentro con uno mismo.

El yoga es una buena forma de reforzar tu confianza, ayudarte a ser más positivo y controlar mejor tu enfermedad, ya que liberas endorfinas, hormona que segrega nuestro cerebro y que influye en tus sensaciones. Recuerda que siempre debes hablar con tu monitor de yoga antes de empezar, para asegurarte que es lo adecuado en tu caso.


Se sabe que el yoga ayuda a reducir el estrés, además de reforzar el sistema inmunológico y puede ayudarte a afrontar mejor las presiones de tener la enfermedad de Crohn y mejorar tu calidad de vida.

Cuando me diagnosticaron la (EII) mi vida cambió por completo.

La razón de porque el yoga me dio una calidad de vida con esta enfermedad es porque no solo estas mejor físicamente si no mentalmente.

Es muy importante para los que tenemos esta enfermedad tener una mente sana.

El estrés influye gravemente en esta enfermedad y muchas otras, por eso es importante mantener una mente saludable.


También ayuda a reforzar los huesos, importante en la enfermedad de Crohn por el alto riesgo de osteoporosis. El ejercicio es importante para prevenirla porque ayuda a reforzar músculos, ligamentos y articulaciones. Las

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Desirée

Desirée

Una decisión cambió mi vida aburrida por acompañar a las personas a vivir viajes transformadores. “La aventura es mi mejor terapia” Desde ese cambio de chip hasta hoy, viajo con personas mostrándoles una forma de viajar más auténtica y transformadora, ACOMPAÑADA DEL YOGA. Perdiéndome en paisajes extraordinarios, escalando montañas, buceado en los arrecifes de coral más alucinantes del mundo, contemplando la inmensidad de un desierto y llegando hasta los atardeceres más impresionantes que te puedas imaginar. Pero lo que es más importante, el conectar con uno mismo.

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